Seguimos con nuestro habitual y veraniego recorrido, verano tras verano, de las mejores obras del escritor, padre de la ciencia-ficción, llamado Isaac Asimov.
Si en «Preludio a la Fundación» se hacía un recorrido de cómo llegó Hari Seldon a crear las leyes de la psicohistoria, en «Los Límites de la Fundación» asistimos al penúltimo capítulo de esta exitosa saga. Al parecer, tanto el Primer Orador como Gendibal, de la Segunda Fundación, como un habitante del planeta Términus llamado Trevize, se dan cuenta de que, por un lado, el plan de Hari Seldon 500 años después tiene fallos importantes (por ejemplo, no supo anticipar la creación del Mulo), y por otro lado, Gendibal se da cuenta de que a «martillazos» unas mentes externas (los Anti-Mulos) están haciendo que dicho plan pase lo que pase salga victorioso para que el Segundo Imperio se lo queden ellos.
Les encargan a los dos a la búsqueda de la Segunda Fundación, ya que creen que detrás de todo este maquiavélico plan está la Segunda Fundación, y por otro lado al historiador Pelorat acompañado por el político Trevize, a la búsqueda de un planeta llamado Gaia, que luego resultarán ser ellos los que están moviendo todos los hilos para un plan universal: la formación de un ente vivo llamado simplemente «Galaxia», como una conciencia galáctica suprema y que todos los millones de mundos vivan en paz.
Como es de preveer, encuentran todos a la vez el planeta llamado Gaia y es Trevize quien tiene que decidir el mismo futuro galáctico, gracias a ese don que tiene para hallar la solución correcta a todo. Decide que sea Gaia quien tome el rumbo de todo, y ahora queda otro libro, la continuación de «Los Límites de la Fundación», en el que ahora buscarán el paradero de la Tierra original.
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