Hoy, disfrutando de unos días de estancia en la localidad valenciana de Cullera, nos hemos percatado de algo insólito: no, no es el hecho de que Wilbur haya dicho algo inteligente, si no del color de una de las mejores playas de España: ¡amarillo!
No es contaminación, ya que no ondearía la bandera verde; no era de algas, por que no había, y tampoco era de medusas ya que estas son blancas, y por suerte no hay. Tampoco era de otra corriente marina ya que en todo caso el agua estaría semi verde, y es que esta estaba de este raro color: amarillo. ¿Por qué?
Aparentemente, los peces no son tontos, ya que nadan y respiran en aguas limpias, y en la orilla amarilla habían peces, con lo que el agua está limpia. Entonces, ¿a qué se debe? Pues hemos preguntado a un par de señoras del «poble» y nos han comentado que han oido que las compuertas de agunos arrozales las han abierto y han ido al mar.
Si esto es así, que al parecer lo es según la sabida sabiduria popular de las abueletas que todo lo saben, mala decisión es, y con poca visión turística pues no eramos los únicos que estábamos extrañados de esta pigmentación del agua del mar, ya que otros turistas ponían cara extraña. Es más, uno de ellos, al ver nuestros preocupados rostros, nos han dicho que les extrañaba ya que ayer mismo estaba perfectamente.
Si es real lo de los arrozales, peligro no hay en absoluto. De hecho, habían muchos pececillos nadando por la orilla y no se asfixiaban; pero es un color incómodo, y que en pleno agosto hagan estas cosas deja mucho que desear al concejal o concejalaque permita esto, por muy inofensivo que sea esto.
Aparte de este comentario, seguimos prefiriendo Cullera como destino de vacaciones. Esta semana haremos un reportaje de otro destino que hemos tenido el placer de estar esta semana: Peñíscola, y su inmenso y emblemático castillo templario.