Colaboraciones Oconowocc: Carlos Reyes
Cuatro temporadas. Muchas jornadas a sus espaldas. Una pasión que pocos pueden explicar. Después de tanto tiempo, Unai Emery nos abandona. Han sido muchas las noches de pasión que hemos disfrutado juntos, muchas tardes de fútbol que hemos compartido con el vasco. Y a diferencia de otros, ha dejado un sello en el Valencia C.F.
¿Qué clase de sello, pensarán ustedes? El que impregna toda una generación de jugadores. Cada partido en Mestalla, Emery jugaba el suyo propio. En estos cuatro años ha vivido cada partido como si fuera especial, casi como si fuera una final. Nadie puede negar que ha sentido los colores blanquinegros como propios, siempre con loa misma filosofía, siempre con los mismos valores. Cuantas veces le hemos visto cortar los campos como cuando éramos pequeños y delimitábamos una barrera a zancadas. Hemos empujado cada jugada ensayada desde los ademanes de sus manos. Unai ha sido en estos cuatro años un tipo especial, diferente a los anteriores. Sí es verdad que en cuatro años, nuestras vitrinas no han sufrido modificación alguna, pero también es cierto que ha tenido que combatir contra los dos gigantes más gigantes de todos los tiempos.
Y es que es muy difícil luchar por razones y títulos cuando los dos monstruos de nuestra liga no dejan de reventar records, uno tras otro, mientras que el resto de los mortales nos limitamos a presenciar la eterna batalla entre ellos, resumida en cuatro, cinco, o incluso ocho partidos por temporada entre ellos. ¿A quién le gustaría haber sido Emery?
Y eso me pregunto yo. Con lo que tenía que luchar el vasco, ¿quién se hubiera cambiado por él? Muchos expertos, y no me refiero a periodistas convertidos en entrenadores, sino a entrenadores de verdad, han definido el carácter de Emery como excepcional, y es que ha combatido contra el mejor Barça de la historia, y un Real Madrid que no se ha amedrentado en ningún momento. ¿Y qué ha conseguido Emery? Pues ser el mejor equipo de los teóricos “mortales”. Y sobre todo, que no se les olvide, superarse a si mismo cada temporada. Empezó dejando al Valencia quinto en su primera temporada, y lo ha dejado consolidándolo tercero las dos últimas antes de la última jornada.
Mi despedida para él es sencilla, pero humilde y afectiva. Después de estos cuatro años, de estar cerca de nosotros durante tantos días, de aguantar chaparrones caídos de manera inmerecida, de aguantar firmar de año en año porque no acaban de confiar en él, de aguantar que el “presi” diga que te mantiene porque no te quejas —casi le faltó recordar que Benítez pedía una mesa, le traían una lámpara, y lo hacía público—, después de todo eso, Emery ha soportado todo como un auténtico gladiador. Me duele pensar que a Pep —y muy merecidamente, porque personalmente creo que hoy día no hay entrenador como él—, lo hayan despedido como si fuera un dios, y que ha Emery apenas le hayamos dado dos palmaditas en la espalda.
Entiendo que no hayan fuegos, pero desde la postura de un acérrimo valencianista, un murciélago de corazón, no puedo menos que decirle a Unai Emery que gracias. Gracias por todo lo que nos ha dado, por lo que hemos aprendido de sus errores y los nuestros, de cada victoria, cada derrota, cada sufrimiento y cada alegría.
Gracias Unai, hasta siempre. Te deseamos lo mejor desde Valencia.