Debo reconocer que, como hermano del autor del susodicho libro, he tardado mucho en leerlo. Quizás porque pensé que era una actividad pasajera del autor, o quizás porque estas cosas las hago en verano habitualmente, he postergado este asunto demasiado.
Finalmente he podido terminar el libro (no es muy extenso) , y debo decir que me ha gustado mucho.
Mi hermano y yo nos hemos criado en una familia con profundas convicciones religiosas. Además, somos practicantes, no simples espectadores. No obstante, eso no significa que demos por sentado nuestras creencias.
Aunque nuestros padres nos hayan inculcado una enseñanza, nosotros cuando tuvimos uso de razón hicimos nuestras dichas creencias mediante la investigación sosegada, desapasionada y sin fanatismos.
Mi hermano no recordará la anécdota de cuando era bastante pequeño y tuvo una especie de crisis de fe. Me preguntó extremadamente preocupado (y al borde de las lágrimas) que como podíamos estar seguros de que lo que nos habían enseñado era verdad.
No recuerdo lo que le dije entonces (supongo que le dije «no molestes niño») pero lo que hizo a partir de ese momento es iniciar una investigación por su cuenta que en gran parte ha derivado en este libro que estamos comentando, Teoría del Evidencialismo.
El libro da miles de argumentos de manera apresurada, como si el cerebro del autor fuera mucho más rápido que las teclas del ordenador. Utiliza también un tono conversacional cercano y directo que se agradece frente a la profundidad de estos temas.
Es obvio que cada uno de los capítulos da para varios libros enteros. Pero donde es eficaz es en servir de aperitivo, en despertar el apetito por investigar más sobre cada asunto. Y eso lo tiene que hacer cada uno personalmente.
Me ha hecho bastante gracia la reinterpretacion del mito de la caverna, lo que demuestra la importancia de la asignatura de Filosofía en los institutos.
Me he reído también con el detalle friki de Amanda Waller, el cual dejo que el lector lo descubra.
Los dibujos y esquemas de apoyo son útiles y eficaces, aunque un poco toscos. Quizás para la siguiente edición se puedan revisar.
Donde se le va la mano y se le ve el ramalazo de proselitismo es cuando recomienda al lector a orar, y que si no le gusta la idea que piense que es como el yoga. Hilarante.
En definitiva, libro singular con argumentos extraordinarios. Como dijo Maite, nuestra común profesora de Filosofía allá en los lejanos 80: Esto es irrefutable.
Desde ahora también me uno al grito de ¡YO SOY EVIDENCIALISTA!
Israel Fernández Madrid
Valencia, 13 de Agosto de 2017