Con cierta curiosidad morbosa me introduje en la lectura del segundo libro del señor Nébula of Creativity y debo reconocer que no me arrepentí en absoluto.
Es una lectura rápida y agradable, que se inspira en las novelas de ciencia-ficción con cierta base real, aunque obviamente sin detenerse en demasiados aspectos técnicos para hacer que la historia avance y por supuesto no aburrir al lector. Lectura joven para los jóvenes de ahora, cosa que no es ni buena ni mala en sí misma.
Recuerda a novelistas como Michael Crichton (“Parque Jurásico”) o a J.J.Benítez (“Caballo de Troya”), siendo estos a su vez deudores del más clásico Julio Verne.
La trama nos lleva a cierta ciudad mediterránea que conoce muy bien el autor, aunque nos lleva por medio mundo gracias a la facilidad de la teletransportación.
El ritmo es un poco acelerado con una estructura propia de una película de acción, lo que me lleva a pensar si el autor sueña conque le paguen unos cuantos millones de dólares y permitir así su adaptación a la gran pantalla. Nunca se sabe…
Hay varias cosas que me han resultado interesantes, como el resultado final explicado en el epílogo de una posible aplicación práctica del invento de marras.
Es gracioso pensar en una persecución tipo Hollywood pero en la Avenida del Puerto de Valencia, pero bien pensado nuestra ciudad es un ente milenario que bien se merece una trama detectivesca, así que…¿por qué no?
Algunos guiños al pasado friki del autor son hilarantes, como llamar Ace y Peter a dos valencianos (¿?¿?¿), llegando a la conclusión de que los padres de ambos eran fans de cierto grupo neoyorquino.
Manuel es un poco caricaturesco (y malhablado, aunque el autor se niegue a poner palabrotas en su libro), y Françoise bien puede referirse a la madre del autor o a cierta vecinita explosiva que tenía el susodicho bajo su terraza. Rubén Ramos es el que me deja más con la duda de a quién se referirá.
El caso es que me he reído bastante con cierta parte, la del aterrizaje del avión, que bien parecía un homenaje a “Aterriza como puedas”. Aunque para homenajes el momento en que el invento no se sabe a qué parte del mundo te va a llevar que bebe claramente de “La máquina del cambiazo” de Mortadelo y Filemón.
En definitiva, dicen que somos lo que comemos, y supongo que intelectualmente nos pasará lo mismo, así que sacamos nuestros personajes y nuestros argumentos de lo que nuestra mente “ha comido” durante nuestra vida. Y si, algo de comics y de grupos de rock ha comido el autor.
Por supuesto Superman y Spiderman tenían que salir de algún modo, como no podía ser de otra manera. La parte del interés amoroso es un poco forzada, y eso sí, el epílogo ha sido magnífico y nos deja un tono optimista y un buen sabor de boca, como aquellas películas antiguas que terminaban “beso y fin”.
Animamos al autor a seguir con sus proyectos, y ganas tenemos ya de sumergirnos en el siguiente libro que será de relatos cortos. Aquí estaremos, en Oconowocc, para reseñarlo.-.-.-
Israel Fernández Madrid
Valencia, 23 de Septiembre de 2018
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