Hace unos meses se descubrió al parecer restos fósiles arqueológicos, pequeños, pero que después de numerosos estudios científicos han concluido que se trata de una nueva especie humana, en Asia, concretamente, gracias a una falange de una mano encontrada. No es nuevo eso, realmente.
Para probar la teoría de la evolución normalmente cuando se encuentran trozos de muelas o pequeños trozos de hueso, lo reconstruyen de tal manera que al final después de un elaborado dibujo, siempre muestran a un humano mitad persona mitad mono, encorvado, con cara de pocos amigos y peludo totalmente. La pregunta es… ¿cómo llegan de un pequeñito trozo de lo que parece un hueso pequeñito a todo un dibujo o ilustración que ponen en los libros de texto para que los niños ya crean que la teoría es verídica y ciertamente probada? Por la pura imaginación. He aquí algunos extractos de algunas publicaciones científicas:
«Para completar los detalles de la carne y el pelo de tales reconstrucciones hay que recurrir a la imaginación. […] El color de la piel; el color, la forma y la distribución del pelo; la forma de los rasgos; y el aspecto de la cara… de estas características no sabemos absolutamente nada respecto a cualesquiera hombres prehistóricos.” (The Biology of Race, Nueva York, 1971, James C. King, págs. 135, 151.)
“La vasta mayoría de las concepciones artísticas se fundan más en la imaginación que en la prueba. […] Los artistas tienen que crear algo que se encuentre entre un antropoide y un ser humano; mientras más antiguo se diga que es el espécimen, más parecido a mono lo hacen.” (Science Digest, abril de 1981, pág. 41.)
“Tal como lentamente estamos aprendiendo que los hombres primitivos no son necesariamente salvajes, así tenemos que aprender a darnos cuenta de que los hombres primitivos del período Glacial no eran ni bestias brutas ni semiantropoides ni cretinos. De ahí la inefable estupidez de todos los intentos por reconstruir al hombre de Neandertal o hasta al hombre de Pekín.” (Man, God and Magic [El hombre, Dios y la magia], Nueva York, 1961, Ivar Lissner, pág. 304.)
¿Qué quiere decir esto? Que queda probado que de ningún modo nadie puede saber qué forma humana o humanoide tenía nadie mediante pequeños trozos de hueso o de una simple falange, lo demás viene por pura especulación científica totalmente interesada. Es más, según los antropólogos, es imposible reconstruir a una persona con restos fósiles, aunque estos fueran muy grandes y bien conservados, ya que los rasgos de la nariz, la piel, los ojos, la boca, etc… no se pueden reconstruir si no es a base de mucha imaginación y fantasía científica.
Así que, cuando veamos de nuevo otras supuestas nuevas especies y nuevas «evidencias» evolutivas pues han encontrado una uña petrificada en el fondo de un barranco, pongámosles todos los interrogantes posibles: tenemos nuevas dosis de parrafadas y fantasía evolutiva.
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