Bueno, como habrá que empezar por algún tema, y no habiendo nada de candente actualidad que exija su paso por el blog, voy a hablar brevemente de un pequeño “trauma” infantil. En mi favor diré que es un trauma compartido por prácticamente todos los niños que nacimos a principios de los 70: Mazinger Z.
Algo tuvo que ver, sin duda, el hecho de que éramos mentes vírgenes e influenciables. Sin duda, también el hecho de la falta de oferta televisiva. No obstante, la irrupción del robot japonés en nuestras vidas excitó nuestra imaginación de una manera, que aún hoy, cuando suena la vibrante música de inicio de la serie en cuestión, nos revolucionamos y nos trasladamos mentalmente a esas tardes de fin de semana, cuando nuestra madre nos amenazaba con no ver la TV si no nos lo comíamos todo.
Yo nunca tuve problemas en comérmelo todo, la verdad, pero sin duda, perderse esa media hora de magia de la Televisión Española de entonces era impensable, al menos para mi.
Recuerdo que antes de Mazinger había un aburrido programa llamado “La bolsa de los refranes”, programa corto que a mi me parecía el más largo del mundo, porque suponía la espera para ese momento mágico, cuando Koji llamaba al robot a gritos y salía de esa maravillosa piscina.
¿Absurdo? Quizás. ¿Pueril? Puede ser. Pero el efecto en los niños era parecido al de aquellos payasos cuando gritaban: “¿Cómo están ustedes?” Pero eso es otra historia. Va a ser verdad lo que dice alguien cercano a mi, cuando me dice que estoy anclado en el pasado.
Fdo. RETROSPECTER-MAN