Mi experiencia con los bancos, a pesar de lo que pueda parecer por mis conversaciones privadas, no ha sido siempre negativa.
Debo reconocer que la ayuda inicial en forma de créditos dio el empujón que necesitaba en su momento para comenzar mi proyecto empresarial, allá por el siglo XX, concretamente 1999 (aunque el proyecto se empezó a gestar un par de años antes)
Pero los años de «gloria crediticia» no eximen de responsabilidad para los sucesos que pasaron posteriormente, donde la injustificada falta de financiación en momentos clave y difíciles no es que hayan amenazado la existencia de mi empresa, pero sí han puesto el camino muy cuesta arriba.
Bajo ningún concepto puedo entender que no me concedan unos simples 6000 € para adecentar un local comercial avalando un piso con un valor de venta que supera los 120000 €.
Señores, ¡que no lo quiero para un viaje a Nueva York, ni para un crucero por el Mediterraneo! ¡Que lo quiero para dar las mejores condiciones de trabajo a los 7 compañeros (con sus 7 familias) que han confiado en esta empresa para trabajar!
¿No podemos tener un poco de sensibilidad con el que simplemente quiere tener un sueldo a final de mes?
Claro, luego vienen las noticias sobre «tarjetas black» y otras cosas que nos enfadan y encrespan, y entonces el cabreo es monumental. Algún día, si tuviera ganas, contaría en un libro mis vivencias de Agosto de 2014 montando una empresa en una capital de provincias española. Lo peor de la sociedad (empresarial, profesional y funcionarial) unidos en un solo proyecto aparentemente simple como montar un bajo comercial de 70 metros cuadrados.
Reitero, ¡muy mal bancos, muy mal!
IFM
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