Magnífica película que cierra una maravillosa trilogía a cargo de Ben Stiller, Owen Wilson y por supuesto, el mítico Robin Williams. Por cierto, la última película de Robin Williams antes de morir.
Esta vez el problema está en que la placa egipcia que da vida al museo se está volviendo verde, y está perdiendo sus poderes mágicos. Van al museo británico, en Londres, para averiguar qué está pasando, y descubren que como hace muchos años que no está bañada dicha placa por la luz de la luna que al parecer es la que le da poderes, se está apagando para morir definitivamente.
De paso se explica el origen de dicha placa, ya que al parecer fue para prolongar indefinidamente la vida del faraon que acaba ayudando al Ben Stiller y sus compañeros. La película acaba bien, por supuesto, aunque convierte al museo en itinerante con lo que se deja entrever que a partir de ahora habrá periodos en que tenga vida las figuras del museo, y habrá periodos en que no.
Magnífico papel de todos, en particular el «troglodita» con cara de Ben Stiller al que cree que es su padre, y por supuesto Robin Williams al que al despedirse antes de convertirse en cera, dice su propio epitafio: «Amanece, así que sonríe».
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