¡Ya esta aqui! El primer episodio de una serie de relatos cortos que contara la historia de una…
¡¡¡RESERVA DE PAYASOS!!!
Creado por un colaborador anonimo, al que llamaremos «Colano». Idea original de Picozumbo. Disfrutad de la lectura!
CAPITULO 1: «SMURF»
El insistente “smurf” junto a un calor pegajoso me sacaron de mi aletargada siesta.
Siguiendo el ritual posterior al sueño, empecé a despegarme los bichos que vorazmente se cebaban en mi carne, atraídos por el hedor que emanaba de mi ridículo y barnizado rostro.
En efecto amiguitos… soy un payaso; Pero no un payaso cualquiera, como esos que veis cabreando a los padres y aterrorizando a los niños; Soy un payaso repudiado por la sociedad y caído en desgracia.
Rechazados por diversas y variopintas cagadas, el gobierno nos arrejunto a todos, como una manada de ñus en una especie de reserva.
Cierta nación, siguió un patrón de conducta similar hace algunos años. Después de invadir, masacrar y expoliar cierta zona de “su territorio”, tuvieron la delicadeza de juntar a los sobrevivientes, que por cierto eran los habitantes originales del país, en un reducto controlado al que llamaron reserva.
Aquel pueblo vivía integrado plenamente con la naturaleza…Nosotros en cambio malvivimos a base de bocinazos, risotadas, chistes tan absurdos como nuestra propia existencia y un silbido de fondo; Tenue pero persistente; Agudo, no obstante grave…En fin, lo hemos bautizado con el nombre de “smurf”, es decir… el sonido que producen las tartas al ser lanzadas. Por cierto, me llamo Popof.
Como os decía al principio, el “smurf” provenía de la cocina, lo que me hizo sospechar que mi sobrino Pololo y el simpático payaso Kralin, se acometían cual ardorosos paladines, bajo el arbitrio de la trufa, las guindas y la nata montada. Lanzarse tartas es una muestra de buena educación y cordialidad entre nosotros; Tal como los esquimales se frotan la nariz, los hawaianos se obsequian con flores o los caníbales suministran generosas dosis de licor a sus confiados visitantes antes de merendárselos.
Tan absorto estaba matando bichos que esquive, muy a mi pesar, el endulzado saludo de mis invitados; Una enorme tarta de habichuelas, regalo sin duda de nuestros amigos mexicanos recién llegados a la reserva y que, debido a su afán por integrarse lo mas rápido posible en la comunidad, habían estado regalando saludos a todos sus coloridos habitantes.
Cuando me disponía, como buen anfitrión, atender a mis invitados, descubrí algo que me dejo la sangre helada y la nariz blanca…