La película, todo hay que decirlo, es buenísima. Magníficos efectos especiales, un actor protagonista que lo borda sin duda, y una historia espectacular.
Stephen Strange es un doctor arrogante y millonario que tiene un accidente de coche y lo pierde todo, ya que tiene un problema neuronal que hacen que sus manos tiemblen, imposibilitándole para operar para siempre. Lo único que puede hacer, después de mucho esfuerzo en vano, es ir a Nepal a ver a una serie de maestros en artes místicas que le ayudarán.
Allí va, pero no es como él se espera, ya que la anciana «maestra» le enseña un mundo místico que él ignoraba totalmente. Ese mundo místico le hace picar tanto la curiosidad que empieza a adquirir habilidades de magia tremendas, convirtiéndose en el principal alumno.
Descubre que la anciana maestra obtiene su juventud por el universo oscuro de Dormammu, cosa que hace que haya una fisura en dicha escuela que aprovechan los villanos (ex alumnos de ella que han sido acogidos por Dormammu) para atacar la escuela y destruirla. De 3, ahora solo quedan 2, y la de Nueva York se la dan al Dr. Extraño.
Un novato «hechicero» Supremo vence por el ojo de Agamotto a la entidad Dormammu convirtiendo su ataque en un bucle temporal sin fin, hasta que agotado, Dormammu le concede el trato a Extraño para que abandone su ataque a la Tierra para siempre.
Ojo a las 2 escenas finales de la película, que van a sintonizar ligeramente con el ataque final de Thanos y la tercera película de Thor, que se estrena este año también.
Esta película abre al universo cinéfilo de Marvel a todo el elenco de seres celestiales, como el Tribunal Viviente sin ir más lejos. Ant-Man abrió el Universo de Marvel a los micromundos, y Extraño a la esfera celestial. Poco a poco, lejos de acabarse, Marvel se amplía cada vez más.
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