A continuación ponemos el prólogo, en exclusiva mundial, de la obra que en breves meses hará Carlos Reyes, nuestro más famoso escritor. Nuestro amigo y escritor nos ha dado un adelanto de su cuarta novela y para nosotros es un placer el ponerlo para nuestros lectores de Oconowocc.com.
La novela se llama «El Rey del Norte», y ya con este sugerente título estamos ya deseando que esté a la venta para poder disfrutar de su lectura.
Leed con atención el prólogo de su obra… y abrid el apetito para comprar la novela cuando salga a la luz:
«El peso del cadáver aplastó sus debilitados músculos, quebrando su columna al paso del crepitar de la noble madera que servía de composición para la adornada sillería. El ojo de Dios, alzado sobre su cabeza, reflejaba un foco de siluetas de colores, puras como el mayor símbolo de paz del Altísimo bautizado con el nombre de Arco Iris, que proyectaba figuras aleatorias, triángulos rojizos desfragmentados y estrellas infinitas. El resultado de la alineación de la Luna con el foco de vidrio gótico, el rosetón, que simbolizaba el paso de la luz espiritual al templo, o el cuerpo, del iniciado. La alegoría de un templo cristiano creado por hombres de libre pensamiento.
La mirada de Richard Bexton se topó con la del profeta Moisés, inerte en su relieve pero testigo mudo de lo acontecido aquella noche en terreno santo. Los muros de cantería se levantaban frente a él como colosales murallas que franqueaban el escenario del crimen. Los dos grandes órganos parecían desear crepitar para avisar al mundo del suceso que aquel lugar acababa de recoger.
Los ojos azules de Bexton cayeron sobre el cuerpo sin vida del sacerdote que yacía sobre sus rodillas. En el lugar que ocupaban las lentes de vista solo quedaba una débil franja donde antes apoyaban las patillas. La herida mortal, una sola y única, comenzaba en la aorta y descendía hasta encontrar la carótida, dejando brotar el fluido de la vida sobre la vestimenta sacerdotal y empapando la superficie de mármol al paso por su cuerpo. Sus ojos se perdían en la lejanía de los murales del Antiguo y Nuevo Testamento, buscando el amparo de Dios como último recurso piadoso. Quizás el mismo sentimiento que sentía él en esos momentos.
Apartó el cuerpo del sacerdote y lo dejó caer con cuidado, calculando cada movimiento para no cometer ningún error. No podía permitirse fallos. La sotana se humedeció a la altura de la espalda al contactar directamente con el charco de sangre sobre el que pisaba Bexton. Ayudándose con los puños, tomó impulso para levantarse sobre el cadáver de Contreras y retirarse unos metros hacia atrás. Estudió aquel dantesco escenario, digno de una oscura obra de terror, como si tratara de memorizarlo al detalle. Con las manos ensangrentadas acarició su barbilla y dejó que su mente divagara por unos momentos antes de dar el siguiente paso. El corazón empujaba su sofocado pecho, impulsando al cuerpo ante la falta de actividad.
El eco de unas pisadas alertaron a Bexton, que se alejó del Conjunto del Coro para dirigirse hacia la puerta que daba acceso al Patio de los Naranjos. El rastro de sangre fue diluyéndose a medida que se esfumaba entre las sombras que ahogaban la nave central del templo cristiano.
Sin embargo, el paso ligero que hizo que se desvaneciera por la Puerta del Perdón hacia la calle Alemanes le impidió percatarse de la sombra que le había acompañado durante su estancia dentro de la catedral. Aquella figura, más parecida a un fantasma que a una ser de carne y hueso, persiguió con la mirada la trayectoria que tomaba Bexton en su huída. Una silueta en mitad de la noche que rasgó su rostro con una sonrisa pérfida que desformaba su mentón.
Una sombra que volvió a mezclarse con las tinieblas de la noche de Sevilla, apartándose del foco luminoso de la primera luna llena del año que contemplaba el inicio de un cambio para el que pocos estaban preparados. En el interior de la catedral, el cuerpo de Pablo Contreras aún sufriría un tormento más.»
Deja una respuesta