Llega las terrible hora de las 18:30 o 19:00, y en los altavoces estrategicamente puestos en todo el barrio, empieza a sonar con esa voz desagradable y como si estuvieran desollando vivos a gatos, esa música de villancicos de todo tipo, bien alta la música, para fastidiar a todo el vecindario. Sí, ha vuelto: el arma psicológica de destrucción masiva, en forma de villancicos en todas las calles.
Se ve que el respeto no se ve por ninguna parte: ¿acaso todos los vecinos de dicho barrio celebran la Navidad, para que estén obligados a oír durante hora u hora y media todo tipo de villancicos? ¿No saben lo que es la libertad religiosa ese barrio que está escasamente a 5 minutos en coche de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, paradigma de la ciencia en general? ¿O no se dan cuenta los que ponen la dichosa música en lo que dice la Constitución Española sobre este particular?
El artículo 16 dice: «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.»
Es decir, ya no estamos en la época de Franco, señores. Ni siquiera estamos ya en la Edad Media: vivimos en pleno siglo XXI y en una ciudad más o menos moderna que se hace llamar «Valencia». Digo más o menos moderna porque cuando pasan estas cosas, ya dudamos.
Así que, por favor, dejen de poner la dichosa música todas las tardes. ¡¡Dejen de poner la música todas las tardes!! Quien quiera oír villancicos que los oiga en su casa, no en plena calle, ya que la calle es de todos.
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